miércoles, 19 de marzo de 2014

TELARES SOBRE ALGODON.

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La planta del algodón


Plantación de algodón.
Producen el algodón una serie de árboles y arbustos pequeños de un género encuadrado en la familia de las Malváceas, a la que pertenecen también las plantas Hibiscus. El capullo se transforma al desarrollarse en una bola oval que, cuando madura, se abre y descubre gran número de semillas de color café o negras, cubiertas de una masa de pelos blancos. Cuando maduran por completo y se secan, cada uno de estos pelos es una célula, aplanada, con un acusado retorcimiento en espiral y unida a una semilla. La longitud de las fibras individuales oscila entre 1,3 y 6 cm. De las semillas nacen además otras fibras más cortas.


Una desmotadora de algodón en acción.
Cuando el algodón llega a la planta desmotadora, se carga en el edificio por medio de conductos colocados en los camiones y remolques. En muchos casos, pasa primero por una secadora que reduce el contenido de humedad para facilitar las siguientes operaciones.
A continuación pasa a unas máquinas que separan del algodón toda la materia extraña: suciedad, restos de hojas, etc. El algodón limpio entra en las desmotadoras, que separan la fibra de las semillas. Por último, las fibras se empaquetan en balas, luego viene el proceso que implica básicamente la apertura, mezcla, cardado (en algunos casos también peinado), estirado y torcido para producir el material de los telares.
A continuación tiene lugar el hilado propiamente dicho. Este puede ser manual con el huso y la rueca, o con un torno de hilar. Sin embargo a nivel comercial se utilizan las hiladoras mecánicas. En todos los casos lo que se persigue es que se agrupen y tuerzan los filamentos continuos para formar hilos de varias hebras.

Tejido

Para tejer se utiliza el telar y dos conjuntos de hilos, denominados respectivamente urdimbre (o pie) y trama. Los hilos de la urdimbre van a lo largo del telar, mientras que los de la trama van en dirección transversal. La trama se suministra por los lados del telar desde unas bobinas que se cambian automática o manualmente cuando se acaba el hilo. La lanzadera del telar hace pasar los hilos de la trama a través del telar, entrelazándolos perpendicularmente con la urdimbre. Modificando el número de hilos de la urdimbre y alterando la secuencia con la que se levantan o se bajan se logran diferentes dibujos y texturas. Durante el tejido, una capa protectora provisional conocida como imprimación protege los hilos de la urdimbre para evitar que se dañen.

Teñido y estampado

El teñido del algodón puede ser de distintas formas: las telas pueden colorearse una vez tejidas (tinte en la pieza), pueden teñirse las fibras sueltas en una cuba (tinte en bruto) y, por último, puede teñirse el hilo o filamento antes de tejerlo (tinte en el hilo).
El principal método para estampar dibujos en algodón es el huecograbado mediante rodillos; en este proceso el dibujo se graba en rodillos de cobre (un rodillo para cada color) y se llenan las depresiones de los rodillos con pasta de estampado; a continuación se pasa la tela por los rodillos.

Otros procesos de acabado

Además del teñido y el estampado, la tela recibe otros acabados para mejorar su aspecto y cualidades, como por ejemplo tratamientos para mejorar la resistencia a las arrugas en textiles como el algodón que no tiene la elasticidad de la lana o la seda. Los últimos avances en cuanto a acabados resistentes a las arrugas son los de planchado duradero o planchado permanente; además de lograr resistencia a las arrugas, estos acabados proporcionan pliegues permanentes.
Mediante diversos tratamientos químicos también es posible mejorar la resistencia al encogido, a las manchas y a la suciedad. Otros procesos de acabado protegen contra el deslizamiento de los hilos o contra los daños provocados por el moho, las polillas o el fuego.

Aplicaciones del algodón


Bobinas de hilo de algodón .
Además de prendas de vestir y objetos domésticos, el algodón se usa en productos industriales como filtros para acondicionadores de aire, balsas salvavidas, cintas transportadoras, carpas, neumáticos de automóvil, piscinas, cascos de seguridad o ventiladores de mina.
En muchas aplicaciones los textiles con recubrimientos protectores de plástico proporcionan mayor flexibilidad, menor peso y mejores resultados que los metales. Aunque para los productos industriales se utiliza toda clase de fibras, muchos se fabrican con una combinación de fibras sintéticas sobre una base de algodón.
Las fibras sintéticas hacen que la tela sea resistente al moho y se seque rápidamente, mientras que el algodón, más barato, proporciona volumen y estabilidad. En cuanto al uso artístico del algodón está la vestimenta; el mobiliario; el encaje y los tapices.

Producción

Las fluctuaciones en la producción de algodón, incluso dentro de un mismo país, son importantes. Las causas de estas variaciones suelen ser debidas a condiciones ambientales, como la existencia de parásitos o las precipitaciones, y a condiciones económicas, como los costos de producción y la competencia de las fibras sintéticas. A pesar de ello, el algodón sigue siendo una materia prima importantísima para la industria textil.

Cultivo

El algodón exige una estación de crecimiento prolongada con abundante sol y agua y tiempo seco durante la recolección. En general, estas condiciones se dan en latitudes tropicales y subtropicales de los hemisferios norte y sur.
El cultivo del algodonero suele ser anual. La primera labor es el tronzamiento (corte) mecánico de la parte aérea de las plantas. A continuación se entierran estos restos vegetales y se deja descansar el suelo hasta el laboreo. La época de plantación es muy corta y tras ella, las plantaciones deben ser sometidas a cuidados intensos, ya que estas plantas son muy sensibles al ataque de las malezas y parásitos.
La recolección y la selección se suelen realizar a mano, en especial en países que tienen mano de obra barata; con ello se consigue un algodón de mejor calidad. Sin embargo existen algunos países donde la recolección se lleva a cabo de forma mecánica (Estados Unidos, Israel, Australia, etc). Las recogedoras tienen un tambor vertical provisto de husillos que enganchan el algodón y lo arrancan de las bolas de semillas abiertas. Las peladoras son máquinas menos selectivas que arrancan las bolas de la planta.


Tipos de telares

Telar


Telares tradicionales en una asociación femenina en el Parque Nacional de Souss-Massa, Marruecos.
El telar es una máquina para tejer, construido con madera o metal, en el que se colocan unos hilos paralelos, denominados urdimbres, que deben sujetarse a ambos lados para tensarlos (función que suelen cumplir las pesas)y mediante un mecanismo, estos hilos son elevados individualmente o en grupos, formando una abertura denominada calada, a través de la cual pasa la trama1 2 .
Puede ser artesanal o industrial. Los telares artesanales se clasifican en tres grandes familias: bastidores, verticales y horizontales. Los telares industriales se clasifican según el tipo de tejido que producen; hay planos,circulares, triaxiales.

Telares artesanales

Elementos de un telar de suelo de pedal
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  1. Marco de madera
  2. Asiento para el tejedor
  3. Warp beam- let off
  4. Hilos de urdimbre
  5. Haz trasero o platena
  6. Varillas – usados para hacer una calada
  7. Marco de lizo - también denominado harnés
  8. Lizo- también denominado "el ojo"
  9. Lanzadera con hilo de trama
  10. Calada
  11. Tela completada
  12. Haz de pecho
  13. Batidora con peine de rejilla
  14. Ajuste de batidora
  15. Torno
  16. Pedales
  17. Receptor rodante de tejido
Los bastidores son todos aquellos marcos de madera cuadrados, rectangulares, triangulares y hexagonales, con medida menor a 50 x 70 cm, para hacer tejidos planos - no elásticos. Los bastidores circulares y el llamado erróneamente "Maya" -en realidad "de malla"- son para hacer tejido de punto -elástico-.
Los verticales son rectángulos de madera, que se sostienen verticalmente sobre una base y que a veces tienen una tabla, a manera de asiento, adicionada a sus vigas verticales. Se utilizan principalmente para fabricar tapices, tapetes y cojines en tejido anudado.
Los horizontales son máquinas con marcos de madera que contienen las agujas o mallas por donde pasan cientos y miles de hilos para tejer la tela, principalmente en algodón o utilizando la lana de los camélidos andinos (guanaco, llama, alpaca o vicuña) y también la de oveja.

Telares industriales

Los telares industriales planos tejen telas con base en los tres ligamentos básicos: tafetán, sarga y raso. Los jacquard y de maquinilla tejen telas con diseños intrincados y se sirven de un cartón picado con el diseño a tejer. Los circulares tejen tejido de punto y de cruz, por urdimbre y por trama. Los triaxiales tejen una combinación de tres urdimbres, como el tejido manual de las mecedoras. Los raschel tejen encajes y gasas, entrelazando los hilos de una manera diferente a plano o de punto.

Funcionamiento


Lanzaderas
En los telares para tejido plano o rectangulares, los hilos base, sobre los cuales se teje son la urdimbre, colocados verticalmente. Los hilos con los cuales se teje, colocados horizontalmente, son denominados como la trama. El tejido o tisaje, es un proceso por el cual se va pasando la urdimbre por arriba y debajo de la trama, cruzándola. Con este cruzamiento entre trama y urdimbre se consigue la tela.

Historia

El invento más revolucionario del neolítico fue el telar3 . El bastidor podía componerse de cinco ramas, de unos 150 cm, unidas por fibras vegetales trenzadas, que actuaban como cuerdas. De allí colgaban los hilos de la urdimbre, tensados por las pesas, que solían ser de piedra o tierra cocida (arcilla). El ovillo podía ser de lana4 .

Galería




Telares y tejidos

Telar de cintura. Códice Florentino
Foto: Marco A. Pacheco/Raíces para
Arqueología Mexicana, No.36.

En la primera etapa de las artes textiles mesoamericanas en la cual se manejaban las fibras duras, las pieles de animales y las cortezas de árboles, el telar utilizado era el de urdimbre colgante tejida con los dedos; sin embargo, este último presentaba ciertas dificultades para tejer el algodón, por lo que fue poco a poco reemplazado por el telar de cintura, el cual tiene un valor histórico importantísimo ya que además de persistir aún en nuestros días, se origina y caracteriza a esta etapa prehispánica.

El telar de cintura debe su nombre a la forma en que la tejedora lo ajusta, por un extremo a su cintura con un ceñidor de cuero llamado mecapal y por el otro extremo a un árbol. También es conocido por el nombre de telar de dos barras o telar de otate, ya que su estructura se constituye por los palos de esta vara.

Telar de cintura
Foto: Mexican Textiles,
Cloë Sayer.

La estructura básica de este telar consiste en un tendido de hebras en dirección longitudinal (urdimbre) que se entrecruza con otros hilos atravesados en ángulo recto (trama), los cuales son llevados por una lanzadera a la cual los aztecas le llamaban chochopaxtli. Aunque el telar de cintura es un artefacto muy sencillo, permite lograr tejidos complejos y hermosos. Lograr franjas, cuadros o cualquier diseño depende siempre de la disposición de la urdimbre como de la trama.

La longitud del tejido que se realiza en un telar de cintura depende de la distancia entre cada uno de los palos de otate localizados entre la tejedora y el árbol. El ancho del tejido se determina por la cantidad de hilos de urdimbre que haya en el telar, es decir, mientras más hilos tensados, más ancha será la tela. El tejido se aprieta con una tablilla de madera pesada y afilada llamada espada con la que la tejedora jala con fuerza hacia sí. Este es el implemento con más fino acabado, y el más apreciado por ella.

Otro telar prehispánico importante de mencionar, es el horizontal, rígido.

A diferencia del telar de cintura, en este telar se pueden tejer lienzos muy anchos, ésto es debido a su estructura, la cual consiste en clavar al suelo cuatro estacas, a una distancia conveniente que sostengan la urdimbre. La distancia entre cada una de las estacas determina el tamaño de la tela.

Tejedora Mixe
Foto: David Maawad

Tanto los telares horizontales rígidos como los de cintura requieren de una trama y una urdimbre, las cuales, al ser entrecruzadas, logran dar origen a los ligamentos. El ligamento más sencillo es llamado tafetán, el cual se obtiene al cruzar de modo alternado los hilos de la urdimbre con los de la trama.

A partir del tafetán se derivan otro tipo de ligamentos más complicados los cuales ofrecen diferentes texturas y relieves, como es el caso del taletón o la esterilla. Si se juega un poco con los colores de la trama y la urdimbre, o bien con el manejo y acomodo de éstas, se pueden lograr tejidos y telas con variadas texturas y colores, así como motivos y dibujos muy diversos.

Los antiguos indígenas lograron diferentes ligamentos, con los que dieron color, textura y forma a sus telas. Ya entonces se trabajaban ligamentos como el tafetán, la estarilla, el taletón, el kilim, la sarga, entre otros. Las primeras evidencias encontradas acerca de los tejidos fueron redes, cordeles y cestas, objetos con una antiguedad aproximada a los 5000 y 2500 años a.C. No obstante las primeras muestras de telas o tejidos propiamente dichos, son de fechas más recientes que corresponden al primer milenio de nuestra era.
 


Tintes y colorantes


Foto: © Flavio Eccardi para
Arqueología Mexicana, No.17.

Las culturas prehispánicas se vieron favorecidas en varios aspectos por la diversidad biológica del momento y un reflejo de ello son los diferentes tintes que la naturaleza les proveyó. Colorantes de origen vegetal, mineral y animal lograron dar vida a todos sus tejidos, los cuales sin lugar a duda, presentaban una enorme gama de colores.

La mayoría de los materiales colorantes se extraían de semillas, hojas, raíces, cortezas o frutos de diversas plantas. De las maderas como el palo de Brasil o palo de Campeche, se obtenían tonos rojos que variaban según sus mordentes (fijadores); el color amarillo mostaza, al cual llamaban zacatlaxcalli; se obtenía de una planta parásita color naranja, que sembrada en tierras cálidas daba un amarillo fino que llamaban xochipalli; el negro se lograba por medio del hollín del pino o de otras plantas que quemaban y molían , como el palo de guayabo o las raspas de maíz.

Los colorantes de origen mineral provenían de tierras y piedras, como ejemplo tenemos al tizatl (yeso) con el cual se obtenían diferentes tonos de blancos; de la malaquita se lograban tonos verdes y amarillos. Toda una gama de colores, que va del rojo al amarillo, podía obtenerse también del óxido de hierro. Los colorantes de origen animal, no fueron tan variados como los vegetales, sin embargo el uso del caracol, como el de la grana cochinilla, fueron descubrimientos invaluables. La grana cochinilla, el añil y el caracol, fueron los tintes más cotizados y valiosos de la época prehispánica, además de ser una aportación histórica, que aún en nuestros días persiste.
 
Azul indigo o añil

La masa del añil,
después de colada
Foto: Michel Zabé para
Arqueología Mexicana,
No. 17.

El azul índigo, Añil o Azul Maya se produce con la planta llamada en náhuatl xiuhquilitl (hierba azul), cuyo proceso consiste en remojar la hierba de modo que cuando ésta se fermenta y se bate, desprende su tinte, el cual logra un color negro azulado. Se presume que para la obtención de este pigmento se combinaba el extracto de la planta del añil con un barro conocido como atapulguita. Su uso fue aplicado en murales, vasijas y para teñir textiles en lugares como La Garraga y Chiptic, en Chiapas.

El añil ha sido de los tintes más representativos de las culturas mexicanas tanto como centroamericanas, aunque actualmente su cultivo se encuentra en receso. Retomando la crónica de Fray Bernardino de Sahagún realizada en los primeros 50 años de la Conquista española:

"Hay una hierba en las tierras calientes que se llama xiuhquilitl, mojan esta hierba y exprímenle el zumo, y échandolo en unos vasos allí se seca o se cuaja, con este color se tiñe de azul oscuro y resplandeciente, es color preciado."

Los mordentes o fijadores utilizados en esta época fueron el alumbre y el nitro o salitre, que además de fijar el color, purificarlo y hacerlo más intenso, lograban obtener variaciones en los tonos y gamas. La manera de teñir, al igual que la de fijar, era directamente a la madeja; pocos eran los casos en los cuales se teñían las fibras ya tejidas. Se han encontrado muy pocas evidencias arqueológicas de la práctica del teñido con técnicas de reserva, de hecho sólo existe una tela prehispánica decorada con el procedimiento del batik y ninguna adornada con plangi aunque de esta última sea probable su uso ya que se sugiere en algunos dibujos de los códices prehispánicos.

Los mordentes o fijadores utilizados en esta época fueron el alumbre y el nitro o salitre, que además de fijar el color, purificarlo y hacerlo más intenso, lograban obtener variaciones en los tonos y gamas. La manera de teñir, al igual que la de fijar, era directamente a la madeja; pocos eran los casos en los cuales se teñían las fibras ya tejidas. Se han encontrado muy pocas evidencias arqueológicas de la práctica del teñido con técnicas de reserva, de hecho sólo existe una tela prehispánica decorada con el procedimiento del batik y ninguna adornada con plangi aunque de esta última sea probable su uso ya que se sugiere en algunos dibujos de los códices prehispánicos.
  La grana cochinilla

La Grana Cochinilla.
Foto: Patricio Robles para México:
Diversidad de Culturas
, CEMEX.

La Grana Cochinilla, proviene del insecto Coccus Cacti, parásito del nopal, que se cría de un modo silvestre y permite también ser cultivada. Este tinte que se obtiene de la desecación y molienda de las hembras de esta especie, produce el rojo carmín, también llamado rojo fino. En un principio, la grana cochinilla se utilizaba únicamente para la pintura de códices, cerámicas y pinturas, ya que sobre el algodón no servía. Sin embargo, tanto en las fibras duras, como en la lana y la seda, sí lograba la intensidad de su rojo carmín. La grana cochinilla, era uno de los productos más cotizados que los pueblos vasallos de los mexicas entregaban a Tenochtitlan, según se refiere en la Matrícula de Tributos. Tal y como lo rescata la autora Marta Turok, del testimonio de Fray Bernardino de Sahagún:

"Al color con que se tiñe la grana llaman nocheztli, quiere decir, sangre de tunas, porque en cierto género de tunas se crían unos gusano que se llaman cochinillas, apegados a las hojas, y aquellos gusanos tienen una sangre muy colorada, ésta esla grana fina que es conocida en esta tierra... A la grana que ya está purificada y hecha en panecitos, llaman grana recia o fina, véndenla en los tiánquez hecha en panes, para que la compren los pintores y tintoreros".

Durante la Colonia la grana cochinilla seguía siendo producto de tributo y comercio para el teñido de telas de la época, generalizándose su uso a todo el mundo adonde se exportaba como producto de primera línea. No fue, sino hasta fines del siglo XIX, cuando fue sustituida por la industria química alemana. Actualmente Perú surte aproximadamente el 60 por ciento del mercado mundial y en México su producción es limitada y para el consumo interno. 

Caracol

Caracol, Púrpura Patula Pansa
Foto: Patricio Robles Gil para México:
Diversidad de Culturas
,

Caracol, Púrpura Patula Pansa tinte del molusco marino que habita a lo largo de la costa del Pacífico desde México a Perú, el cual desprende una secreción cuando se sopla sobre él, en un principio es incolora, pero por un proceso de oxidación y por la exposición al sol, logra un color morado intenso. Un descubrimiento importante realizado por los pueblos de América fue que este tinte se podía obtener por medio de la ordeña, sin necesidad de matar al molusco pudiéndolo utilizar nuevamente.

En el Códice Nuttall, de origen mixteco, aparecen cien pictografías de capas, quechquémitl, maxtlatl y enredos que sugieren el uso del tinte del caracol marino Purpura Pansa así como el arte de la pintura corporal mostrado por 25 personajes. Aunque no se ha podido constatar su importancia en la época prehispánica ni tampoco se afirma que haya constituido parte del tributo a México-Tenochtitlan.

Durante la Colonia, el alcalde mayor de Nicoya, Costa Rica, controlaba la extracción y el comercio del hilo de algodón teñido con Purpura desde Acapulco hasta el norte de Perú, por lo que es de suponer que este colorante debió haber tenido cierto grado de importancia para los indígenas de la vertiente del Pacífico, quienes pagaban altos tributos a los alcaldes mayores, mismos que revendían las madejas de algodón para incorporarlas luego a la vestimenta ceremonial de los miembros de las cofradías y mayordomías indígenas.

 Fibras y materiales

Mujer hilando.Códice Vindobonensis.
Ilustración
Foto: Coni Reyes/Raíces para
Arqueología Mexicana, No. 17.

Las fibras de mayor uso en la época prehispánica fueron las vegetales, aunque cabe mencionar, que a modo de ornamenta, también las plumas, el pelo de conejo, hilos de oro y plata, las conchas y las pieles de animales tuvieron gran importancia.

Las fibras duras fueron las primeras en ser utilizadas por las manos de los prehispánicos; fibras como el henequén y el ixtle, obtenidas de varias especies de agaves, aunque también encontradas en la yuca; el cáñamo (apocyna) y el chichicaxtle tzitzicatzli (en náhuatl), constituyen los textiles más antiguos de Mesoamérica. Esta última fibra, el chichicaxtle (Urticaria Caracasana) fue la fibra más representativa del Nuevo Mundo, más fino que el ixtle y con características parecidas al lino europeo, su uso durante la época prehispánica está aún mejor documentado que el resto de las fibras duras, ya que de ella se constituyen los restos textiles hallados en el norte de México (Tamaulipas, Durango, Coahuila y Chihuahua).

El algodón (Gossypium hirsutum, Gossypium barbadenses) fibra domesticada y cultivada hace por lo menos 3,000 años, llegó a constituir una de las actividades pre- y post-hispánicas más importantes de Mesoamérica. Aunque el algodón fue una fibra muy abundante en algunas regiones, era un artículo de lujo en el altiplano, y las poblaciones que no recibían tributos no lo podían conseguir, por lo que su uso durante esta época quedó restringido a la clase noble, mientras el resto de la población usaba ropa hecha de fibras de maguey y quizá de chichicaxtle.


Existían tipos diversos de algodón como el de árbol, denominado quauhixcatl por los mexicas; el algodón de planta llamado ixcatl en lengua náhuatl y maya, y por último, el algodón pardo (café- amarillento), o bien, coyohixcatl-algodón color coyote- actualmente conocido como coyuchi.

La combinación del algodón con el pelo del conejo o la liebre suplía a la lana, elementos que entretejidos formaban la llamada "seda de la tierra". Se cree que la seda silvestre común, fue utilizada en pocas cantidades, aunque no existen evidencias que documenten su uso, sino hasta después de la Conquista española.

Si quieres escuchar algo mas del códice florentino de migraciones visita el siguiente enlace.


Indumenatria pehispanica

Noble azteca
Foto: The Mexican
Reinassance
, Serge
Gruzinski

Los datos arqueológicos y etnohistóricos indican que las culturas mesoamericanas utilizaban pocas prendas para cubrirse y aunque existían ciertos elementos de diseño en común, cada etnia y región poseía sus características propias en el vestir.

La mayoría de los tejidos que las mujeres realizaban entonces, estaban destinadas a la manufactura de vestuario. El telar de cintura ofrecía bordes cerrados, lo cual hacía que el lienzo recién salido del telar se pudiera usar sin la necesidad de cortarlo o de ajustarlo al cuerpo por lo que se obtenían prendas totalmente rectas orilladas por los cuatro lados.

Las prendas se diseñaban desde antes de tejerse, por lo que al salir del telar sólo bastaba unirlas con una costura para que la prenda luciera bien. La mayor parte de la población fabricaba su vestuario en fibras toscas y duras que se sometían a un complejo procesamiento antes de poderse usar; las deidades y los dirigentes, por el contrario, utilizaban fibras como el algodón blanco y el pardo en sus prendas las cuales eran un poco más elaboradas.

Atavíos de
una señora.
Foto: Marco A.
Pacheco/
Raíces para
Arqueología
Mexicana
,
No.36.

Así como la diversidad de etnias y culturas definió los diferentes atuendos, la organización social de cada una de ellas fue un factor que determinó en gran medida la indumentaria.

Cada estrato social vestía de manera distinta y aunque tal vez compartían los materiales y la técnica de elaboración, no ocurría lo mismo con el diseño ni el modo de uso.

La vestimenta era entonces, un sistema de comunicación por medio de códigos que sólo los miembros de una misma comunidad lograban comprender.

El número de mantas que cada individuo podía portar, estaba establecido por las reglas y leyes de cada pueblo; un militar y un sacerdote no usaban el mismo número de prendas, a diferencia de los altos dignatarios y señores quienes portaban el número de prendas deseadas, además de ser éstas, mantas lujosas entretejidas con pelo, plumas y otros materiales lujosos.

No sólo la cantidad de prendas estaba restringida por la ley, también algunos materiales, emblemas, adornos, colores y hasta el largo de las prendas era controlado. Los artículos de lujo, entre ellos el algodón blanco, estaban destinados a la elaboración de prendas para la realeza o el sacerdocio, mientras que las fibras duras como el ixtle, la fibra de maguey, el chichicaxtle y la palma silvestre (izcotl) constituían las prendas básicas del pueblo.

Figura en traje ritual,
una de las más
sorprendentes
que se conocen.
Centro de Veracruz
Foto: Rafel Doniz
para Museo de Arte
Prehispánico de México
Rufino Tamayo, INBA,
SEP y CNCA

Por medio de pictogramas como el Códice Mendocino y la Matrícula de Tributos pueden observarse distintos elementos textiles fabricados por las diferentes culturas que habitaban el México prehispánico. Tanto mantas de algodón, como plumas, conchas, trajes guerreros, escudos, tintes y colorantes, aparecen en dicha matrícula ofreciendo una importante evidencia de lo que era la indumentaria en el México antiguo.

 
Indumentaria masculina

Estatua Huasteca
del Post-Clásico
Tardío. Hombre que
viste un decorado
Foto: Mexican
Textiles, Cloë Sayer

No obstante que cada cultura tenía sus propios atuendos, una prenda común entre todos los pueblos mesoamericanos era el taparrabos o maxtlatl. Esta prenda, aunque sufrió ciertas transformaciones con el paso del tiempo, conservó su estructura básica ya que cumplía con los requisitos de estética y funcionalidad de la época. El maxtlatl o taparrabos era un lienzo de tela que cubría los genitales, pasando entre las piernas y atándose a la cintura. En esta prenda los extremos de la tela quedaban colgando al frente o atrás del cuerpo.

Según las culturas y las épocas, el maxtlatl variaba en forma y tamaño; como ejemplo se encuentran los olmecas, quienes usaban un taparrabos largo sujetado por un cinturón ancho; a diferencia de los teotihuacanos, quienes en un principio agregaron a esta prenda un lienzo pequeño en forma de delantal, después un lienzo largo adornado en las puntas y por último, terminaron por adoptar el estilo anudado del taparrabos común eliminando así el uso de los lienzos.

Lord vistiendo
un tilmatli. Códice
Ixtlixóchitl, fol. 107r.
Foto: Painting the
Conquest, The
Mexican Indians
and the European
Renaissance
, Serge
Guzinski.

Una pieza importante de mencionar en la indumentaria masculina prehispánica es el paño lumbar, el cual se encontraba siempre acompañando al taparrabos. El paño era un lienzo rectangular o cuadrado que se doblaba y se sujetaba a la cintura a manera de faja; la forma más usual de portarlo era como delantal frontal, doblado en forma triangular, atado o enrrollado a la cintura y cubriendo las nalgas.

Las prendas de status estaban destinadas para el uso exclusivo de las clases dirigentes, tales como las tilmas o capas llamadas tilmatli.Estos lienzos rectangulares se anudaban al cuello y colgaban de él con distintos largos (entre la cintura y los tobillos). Cada largo tenía un valor diferente y denotaba prestigio a cada uno de los hombres que las portaba.

Esta prenda cuando era usada por un noble o guerrero, estaba suntuosamente decorada con plumas, diseños y estampados con sellos, discos de madreperla o placas de jade. Al igual que los taparrabos y otras prendas, las tilmas variaban según la región y la cultura, siendo generalmente prendas muy valiosas elaboradas con ricos adornos.

Taparrabos anudado al estilo
mexica. Códice Mendocino,
Lámina XLV,f.43r. (detalle)
Foto: Patricia Rieff para
Arqueología Mexicana, No. 17.

Las faldillas masculinas eran otro tipo de prendas destinadas para las élites; sólo las vestían sacerdotes, gobernantes y deidades. Estas faldillas (que se llevaban cortas) se utilizaban generalmente para ceremonias y rituales ya que eran prendas elaboradas con jade y otras piedras preciosas.

Al igual que en la indumentaria femenina, sólo los hombres nobles portaban calzado; éstas eran unas sandalias llamadas cactli que contaban con una suela tejida en diversos materiales (fibra de agave, cuero y piel de ocelote o gamuza) que se ataban a los pies por medio de dos correas, una que pasaba entre el primero y segundo dedo del pie y la otra entre el tercero y el cuarto.

Los tocados que usaban los estratos sociales más altos de las civilizaciones mesoamericanas eran de una variedad inmensa. Cada cultura tenía adornos diversos sin ser ninguno menos bello que el otro.
 
Indumentaria militar maya

La guerra.
Códice
Florentino
,
lib.VIII.
Foto: Marco
A. Pacheco/
Raíces para
Arqueología
mexicana

Los trajes guerreros son de las prendas más espectaculares que ha dejado el México prehispánico, tal y como se observa en la Matrícula de Tributos donde se registran como objetos de gran valor. Tanto los trajes como los escudos, tocados, adornos de oro y conchas que los acompañaban, eran tributos que la mayoría de los pueblos vasallos entregaban a los mexicas.

La armadura acolchada era una de las piezas primordiales que conformaban los trajes guerreros utilizados por casi todas las culturas mesoamericanas. Esta prenda protectora era bastante gruesa y no llevaba mangas.

Para su elaboración se utilizaba el quauhixcatl -algodón de árbol-, el cual producía un hilo grueso, apropiado para el caso, y se recubría de cañas y piel de diversos animales.

La protección que brindaba era muy eficiente, tanto, que después fue adoptada por los mismos españoles durante la Conquista.

Los trajes enteros eran otro tipo de traje guerrero; estas prendas cubrían el torso y las extremidades y casi siempre se portaban sobre las armaduras acolchadas. Pieles como las de jaguar, tigre y coyote formaban la parte básica de la prenda, la cual se acompañaba de escudos, insignias, cascos, tocados y adornos.

...las armas que llevaban eran unos escahuipiles como juboncillos sueltos de algodón estopados y encima una camisetas de nequén todas cubiertas de pluma hasta abajo en forma de calzones justos a las piernas y cuerpo todo seguido hasta arriba con cabeza de figura de león, tigre, águila o de otro animal...iban por esquadrones; y delante los que llevaban nomás macanas y rodela, luego otro esquadrón y detrás los valientes y que iban con las armas...,las cuales llevaban grandes plumeros y mucho oro y piedras de mucho valo y beçotes y orejeras de oro y piedras preciosas,...y detrás de estos venían los señores con sus armas y brazaletes de oro, y en los cascos de la cabeza unas como crestas grandes de plumería que las llaman quetzalpazaquetle, que quiere decir crestas de pluma, y detrás destos venían cuatro que eran muy valientes, que les llamaban quachique, que quiere decir cresta de cabellos por que trayan los lados de la cabezas rapadas y en el medio quedaba hecha una cresta de cabello y por devisa uno como quitasol de pluma, altos y pequeños...

Los pueblos maya y mexica se distinguieron por ser pueblos guerreros, es por ésto que sus trajes y armaduras son las más representativas del género.

Indumentaria militar mexica

Tlacochcalcatl con
traje de Quaxolotl.
Códice Mendocino,
Lámina LXVIII.
Foto: Marco A.
Pacheco/Raíces para
Arqueología
Mexicana
, No. 17.

Durante las dos centurias de su estancia en Tenochtitlán, la cultura mexica logró establecer un verdadero imperio y sojuzgar a muchos pueblos vecinos y lejanos, además de lograr edificar una ciudad deslumbrante y establecerse como amos de esa vasta zona. Fué un pueblo dominante y en constante búsqueda de expansión.

Dentro de la estructura social mexica, los militares y guerreros constituían la casta predominante, ello debido a que eran los encargados de lograr y mantener el poder del pueblo apoyados por los comerciantes (pochtecas); ambas clases procuraban la riqueza para el reino de Tenochtitlán.

Cada guerrero portaba un atuendo, un tocado, un escudo y una insignia diferente, cada uno de ellos con formas distintas y con materiales para su elaboración igualmente diferentes. El guerrero más audaz, el que capturaba más prisioneros y ocupaba dentro de la jerarquía el nivel más alto, estaba vestido totalmente diferente al guerrero de menor rango. Un elemento que portaba todo el cuerpo militar, sin importar su rango, era el ixcahuipilli, una prenda acolchada de algodón que se encargaba de amortiguar los golpes. Esta prenda se portaba bajo el traje de piel y la armadura. En otras culturas, como en la maya, es nombrada simplemente armadura acolchada.

Provincia de
Xillotepec. Detalle
de los bocetos en
el traje de Ocelotl.
Matrícula de
Tributos
, Lámina
11. Foto
Foto: Painting the
Conquest, The
Mexican Indians
and the European
Ranaissence
,
Serge Gruzinski.

Son aproximadamente 12 tipos diferentes de trajes militares que se han estudiado dentro de la Matrícula de Tributos, trajes que según su tipo, eran entregados en diferentes cantidades por todos aquellos pueblos vasallos de Tenochtitlan, los cuales trabajaban en la elaboración de trajes terminados y materias primas como joyas y plumas para adornarlos. Algunos ejemplos relevantes se detallan a continuación:

El traje que portaba el Señor de la Muerte, quien ocupaba el nivel más alto dentro de la jerarquía militar, era el traje deTlacochcalcatl. Este traje se conformaba por un tocado en forma de calavera acompañado de concha y plumas y un traje completo que llevaba pintado en la parte media un corazón.

Tlacatecatl, quien representaba al Señor de los Hechiceros, era otro guerrero de la alta sociedad militar; su traje estaba hecho de piel de animal y su estructura era muy sencilla. Este traje se acompañaba de un casco de plumas multicolores.

Uno de los trajes más particulares y del cual existían diversas variantes, era el Cuexteatl que se conformaba de tres partes básicas: un traje completo, un gorro y una nariguera de oro. Las variantes que presentaba este traje consistían en el colorido del traje generalmente azul, rojo o amarillo y en la forma del gorro, el cual podía ser cónico o redondo.

Tlacatecatl con traje de
Tzitzimitl. Códice Mendocino,
Lámina
Foto: Marco A. Pacheco/
Raíces para Arqueología
Mexicana
, No.17.

Dentro de esta gran variedad de trajes militares estaba tambien el Patzactli, el cual dentro de la Matrícula de Tributos aparece como uno de los trajes más comunes. Este traje se conformaba por un tocado de plumas rojas o bien, de quetzal que algunas veces iba acompañado por un faldón, igualmente hecho de plumas, colocado a nivel de la cintura.

El traje de Ocelotl, es para la indumentaria mexica, el traje más reconocido o bien, el más representativo dentro de esta clase. El tocado felino o la cabeza de animal adornada de plumas y el traje completo figurando ser piel de jaguar, son las características que distinguen a este complicado atuendo.

De los trajes más sorpendentes que podemos encontrar en la indumentaria militar mexica, está el Quetzaltototl, que aunque en sí no presenta grandes diferencias con los demás trajes, el tocado sí se distingue. Un pájaro de cuerpo completo parado sobre una estructura, que se sujetaba al cuerpo del guerrero, describen a este particular tocado.

Todos los trajes anteriores y otros más como el Tozcoyotl, el Tozcololli, el Xopilli, son sólo algunos de los trajes militares guerreros más representativos de aquella vasta lista de trajes que contienen el Códice Mendocino y Matrícula de Tributos. Sin embargo, cabe mencionar que cada traje en particular, tiene características inigualables y sólo un profundo estudio dejaría vernos la gran riqueza que presentan todos estos atuendos prehispánicos.
Evolucion del textil mexicano a partir de la Colonia

Hernán Cortés con Doña Marina y
emisarios aztecas. Escena del Lienzo
de Tlaxcala

Foto: Mexican Textiles, Cloë Sayer

Es importante analizar primero los cambios sociales, políticos e ideológicos que se dieron durante la Conquista española en México, para comprender de mejor forma tanto a la indumentaria como a la industria textil de la Colonia.

El mundo prehispánico basaba su actividad textil y su manera de vestir en sus creencias, su modo de vida y sobre todo en los recursos con los que contaban. Es evidente que a la llegada de los españoles los esquemas bajo los cuales regían esta actividad, se vieron afectados de una manera drástica.

Con la llegada de los españoles, encabezados por Hernán Cortés en 1521 y ayudados por sus aliados indígenas, el imperio Azteca cayó y detrás de él, todos los imperios prehispánicos. Las ciudades se vieron devastadas y las construcciones de hogares y templos, incluyendo a sus ídolos, desafortunadamente en su mayoría desaparecieron.

Los españoles construyeron entonces, sobre las ruinas, casas al estilo europeo y no solamente se repartieron la metrópoli sino que se apropiaron de grandes extensiones de tierra. Para las grandes residencias y el modo de vida que los españoles, como vencedores, creían merecer, fue necesario disponer de numerosa servidumbre. Los indígenas que se habían quedado sin hogar acudían a las nuevas casas de los españoles, en donde para ser protegidos, amparados, recibir alimento y adoctrinarse en la fé cristiana, pagaban su estancia con la esclavitud, la servidumbre o bien, rendían tributo. A este proceso se le llamó encomienda.

Para los pueblos indígenas, pagar tributo era parte de un sistema totalmente aceptado, por lo que entregar piezas textiles como fardos de algodón y telas, sacos llenos de cochinilla para teñir, joyas, pieles, plumas de Quetzal, productos alimenticios como cacao, frijol, chía y maíz entre otras cosas, no significaba un desprendimiento importante. Sin embargo, la demanda de tributos, por parte de los encomenderos, fue incrementando y la labor común del indígena se convirtió en un trabajo exhaustivo.

Los lienzos que las mujeres indígenas tejían y entregaban como tributo a los españoles, no eran lo suficientemente anchos para poder lograr los trajes ostentosos que éstos acostumbraban usar. Por otra parte, las prendas hechas de algodón, la fibra más hermosa que el mundo prehispánico ofrecía, no satisfacían el gusto de vestir de los conquistadores. La lana y la seda, fibras con las cuales los europeos tejían sus ropas, no se producían en México, por lo que se vieron en la necesidad de importarlos.

En 1526, Cortés trajo el primer ganado ovino a la Nueva España, el que por las condiciones ambientales del país no tuvo problema alguno en adaptarse. Lo mismo sucedió con la seda; las primeras moreras fueron plantadas en la Hacienda de Cortés en Coyoacán y más tarde en Oaxaca, cuando el dominico Francisco Marín en 1538 solicitó permiso al Virrey para poder desarrollar una industria sedera. Para el año 1580, la Mixteca alta se había convertido en la zona productora más importante de la Nueva España, uniéndosele después el valle de Oaxaca, Tlaxcala y Puebla.

El hecho de haber introducido a México nuevas fibras como la seda y la lana implicaba para los españoles importar tanto la maquinaria adecuada como a los sastres que pudieran capacitar al indígena en el uso de ésta. La rueca o redina para hilar la fibra, el urdidor vertical rotatorio y el telar de marco fijo y pedales, conocido hoy como telar colonial, conformaron la aportación tecnológica del mundo occidental para el desarrollo de la industria textil del Nuevo Mundo.

El telar de pedales o telar colonial, facilitó mucho el trabajo de los artesanos textiles (quienes en ese momento ya no eran solamente mujeres sino hombres también) ya que con éste se obtenían lienzos más anchos que con el telar prehispánico. Este telar de pedales trabajaba bajo los mismos principios que el de cintura; se fijaba la urdimbre entre los julios o enjulios (dos barras de madera) pasando otros hilos en sentido perpendicular; y en vez de que el tejedor extendiera la urdimbre sosteniéndola a un árbol, utilizaba marcos fijos en los cuales enrrollaba los hilos longitudinales sobre los julios. El mecanismo de barras del telar prehispánico, transformado en el colonial en mallas y lizos fijados a pedales, lograban hacer que el tejedor separara los hilos de urdimbre con los pies dejando las manos libres para tejer.

El indígena adoptó tanto la materia prima como las nuevas técnicas textiles de una manera rápida y eficiente, de modo que sus productos además de igualarse en belleza y calidad de manufactura con los de los sastres españoles, eran mucho más baratos. Los españoles comenzaron entonces a comprar productos textiles hechos por manos indígenas, haciendo a un lado los fabricados por sus paisanos. Esto significó una gran competencia para los sastres, quienes lógicamente no la permitirían, sino por el contrario, se aprovecharían de ella para crear una nuevo comercio.

Dichos sastres optaron por establecer pequeños talleres manufactureros lo que los hizo convertirse en patrones que empleaban a los indígenas haciéndolos trabajar largas jornadas con pagas muy bajas. Las grandes ganancias que se obtenían de ésto resultaron muy atractivas para muchos otros españoles, quienes no tardaron en establecer sus propios talleres, más tarde llamados talleres artesanales, gremios, obrajes de paño, o simplemente obrajes.

Los obrajes y los gremios en donde se producían desde las prendas más rudimentarias, hasta las telas más elaboradas tipo europeo, crecieron de tal manera, que la competencia no era ya entre indígenas y españoles, sino entre los españoles mismos, quienes habían establecido ya toda una industria textil.

La necesidad de poner orden a la competencia creada entre los gremios, obrajes y otros talleres dió origen a una serie de ordenanzas, reglamentos y prohibiciones que debían respetarse. Por ejemplo, las telas que cada uno de los talleres producía no debía exceder ciertas medidas estipuladas; al igual que no se podía mezclar el algodón con la seda; o bien, para teñir, los colorantes se debían ajustar a una tabla expecífica de matices que determinaba la cantidad de colorante y de fijador que se debían utilizar. Es importante mencionar que tanto gremios como obrajes tenían también regimenes independientes, es decir, cada uno de ellos manejaba políticas internas, además de las regidas por las ordenanzas.

Los talleres gremiales o gremios sederos representaron una parte muy importante dentro de la industria textil colonial. Existían empresas manufactureras de este tipo en la Ciudad de México, la Mixteca alta en Oaxaca y Puebla. Los gremios de seda producían las cantidades suficientes de rasos, brocados y terciopelos que además de satisfacer la demanda interna, permitieron la exportación de su producción a España, Filipinas, Centroamérica y Perú.

La producción de seda mexicana estuvo grandemente favorecida durante la primera mitad del siglo XVI, sin embargo para mediados de siglo empezaba a vislumbrar su decadencia. Esto se debió a que por una parte, se prohibió terminantemente su exportación y por otra; al nuevo comercio que la Nueva España había establecido con el galeón de Manila (proveniente de Filipinas) el cual importaba seda china que por mucho, era más barata que la mexicana.

Durante el tiempo en que la seda estuvo en apogeo (entre 1540 y 1550), la producción del algodón, en términos comerciales fue poco relevante; aunque nunca dejó de producirse ya que los indígenas encomendados debían entregarla como tributo a los españoles.

Comerciar con el algodón era mucho más complicado que con las otras fibras ya que como no se cultivaba en las zonas industriales del país sino en las costas, implicaba transportarlo y con ésto triplicar su costo, además que para el despepite (un proceso forzoso de la fibra) faltaba mano de obra y gente capacitada para hacerlo. Durante la segunda mitad del siglo XVII, Puebla y posteriormente la ciudad de México lograron establecer los primeros gremios de tejido de algodón en los cuales se había encontrado la manera óptima de trabajar la fibra. Aunque los gremios algodoneros no se igualaban en productividad con los obrajes de lana, su producción era buena y constante, lo que hizo que esta industria no desapareciera con el tiempo sino por el contrario, se levantaría al caer la de la seda.

La industria de la lana fue la más importante de esta época ya que desde sus inicios, la lana contó con el apoyo de las autoridades virreinales tanto para la cría de las ovejas como para el adiestramiento de la mano de obra indígena, logrando que fuera ésta de tan buena calidad como la manejada en España. Ni el algodón y mucho menos la seda lograron establecer una industria similar a la de la lana, ya que su producción era de caracter masivo y tuvo continuidad durante todo el virreinato. Los primeros obrajes de paño, llamados así por ser paños de lana los que ahí se producían, se establecieron aproximadamente en 1539, siendo Puebla (en un principio), la ciudad de mayor importancia en su producción, sin embargo ésta se inclinaría más tarde, a producir tejidos de algodón. Para fines del siglo XVII, lugares como Querétaro, Valladolid, Acámbaro y San Miguel lograron industrializar la producción lanera de una manera exitosa.

Los obrajes no lograron sobrevivir a la lucha por la independencia de México ya que manejaban estructuras económicas (como el monopolio) opuestas a los ideales de los embates de esta guerra. Sin embargo, quedaron como ejemplo para el desarrollo de la industria textil mexicana que florecería durante el siglo XX.

Ejército español. Códice Florentino,
lib.XII, s.f.
Foto: Marco A. Pacheco/Raíces
para Antropología Mexicana, No. 36.

Sastre nativo haciendo
uso de las tijeras y la seda.
Códice Florentino, Vol III,f.25r.
Foto: Painting the Conquest,
The Mexican Indians
and the European Renaissance
.
Serge Gruzinski.

Telar de Pedales. Imagen
Foto: El Traje de los Indígenas
de México
. Ruth D. Lechuga.
 
 
 
Siglo XVIII

De español e india, mestizo. Colección
particular, Breamore House, Londres,
Inglaterra
Foto: Las castas mexicanas, un género
pictórico Americano
, Olivetti.

El lujo y la ostenticidad de la corte novohispánica del siglo XVII, se prolongó durante el siglo XVIII, llegando la moda, en este último periodo a ser excesiva.

Francia transmitió el "espíritu de corte" a toda Europa, el gusto, el arte francés y hasta la lengua, fue cultivada del occidente al oriente europeo. Las alianzas dinásticas de los Borbones, la dispersión de los artesanos, la superioridad creciente de la sedería francesa y la primacía de los vestidos de París, otorgaron a la civilización francesa un lugar privilegidado dentro de la moda.

A partir de la llegada del Rey Borbón Felipe V a España a principios del S.XVIII, la moda en este país fue totalmente influenciada por Francia y más tarde fue transmitida tanto a los hombres como a las mujeres de la Nueva España. Españolas y criollas llevaban escotes pronunciados que cubrían con ligeras muselinas, utilizaban corpiños muy ajustados que terminaban en ángulo agudo y agregaban a los bordes de sus camisas elaborados encajes.

Anónimo del siglo XVIII.
Agustín Moreno y Castro
Beltrán, marqués de Valle
Ameno
. Museo Nacional del
Virreinato, México, INAH.
Foto: Jorge Vértiz para
Artes de México

Las faldas que portaban dejaban lucir el calzado, mismo que se adornaba con hebillas de diamantes llamadas "hebillas de pies". Los tocados con los que adornaban sus peinados ahuecados y de gran volumen estaban hechos de pedrería, flores, mariposas artificiales, perlas, plumas y joyas.

Así mismo, los hombres de castas privilegiadas, vestían un saco llamado casaca, el cual no abrochaban para mostrar la chupa (chaleco generalmente brocado) y al igual que las mujeres, adornaban sus camisas con encajes en los puños y vestían colores alegres, dejando atrás el negro que había predominado en el último periodo del siglo anterior.

Las pelucas que llevaban eran blancas con dos rizos que caían sobre las orejas y recogiéndose atrás con un listón o bien, que sujetaban a la espalda dentro de una pequeña bolsa de seda. Usaban medias ceñidas a la rodilla y zapatos adornados con hebillas recargadas de oro y plata.

Dentro de las castas inferiores incluyendo en ésta a la mujer indígena, seguía portando el huipil, el quechquémitl, un enredo de algodón o de lana ceñido y una camisa cuya forma se basaba en la djellaba árabe importada desde España. En cuanto a los adornos y tocados, las mujeres de castas bajas optaron por usar gargantillas de coral y aretes de plata.

De español y tornatrás, tente en el
aire
. Miguel de Cabrera, Museo de
América, Madrid, España.
Foto: Camilo Garza para
Artes de México

Por otra parte del hombre indígena siguió vistiendo con sombreros de palma, tilmas, cotones y prendas hechas básicamente de lana y algodón tejidas en telar de pedales. Ejemplo de ésto son: el calzón de manta (tela de algodón de tejido sencillo) blanca, o bien el sarape, cuyo uso y florecimiento corresponden al siglo XVIII. Cabe mencionar que durante este siglo, el hombre indígena adoptó un peinado llamado de "balcarrotas" o bien "balcarritas", con el que usaban un cerquillo de fraile y, encima de las orejas, dos mechones largos que dejaban caer hasta los hombros.

Durante el siglo XVIII se hizo gran uso de una prenda que, sin importar la casta y la clase social se le veía vestir a todas las mujeres de la época. Esta prenda típica mexicana que aún en nuestros días persiste y aunque su origen no se conoce con certeza, ya que pudo haber derivado del ayate indígena (prenda utilizada para cargar mercancía), o bien ser una prenda más de influencia oriental o española, representa para la historia del textil mexicano, el producto de la mezcla de razas vivida en la Colonia.

Al igual que con las otras prendas, el estilo del rebozo dependía de quien lo portaba, es decir, las mujeres de castas bajas, usaban rebozos de algodón, mientras las de castas elevadas como las mujeres de la corte llevaban rebozos de seda con bellísimos bordados de hilos de oro y plata.

Anónimo del siglo XVIII. Juan José
Gines Gómez de Parada
. Colección
Carmen Pérez Salazar de Ovando.
Foto: Jorge Vértiz para Artes de
México

El acceso que la alta sociedad mexicana tenía a los hermosos textiles desarrollados en esta época combinados con la influencia de la moda francesa, lograron rebasar el lujo y la sofisticación que se manejaba aún en las mismas Cortes de Madrid. Ante este hecho, la Ordenanza de la Real Audiencia, aplicó la pragmática (ley que se promulgaba con arreglo a determinadas fórmulas) llamada "de vestidos" tratando de restringir el abuso de los excesivos lujos de esta sociedad, sin embargo estas disposiciones al ponerse en práctica, fracasaron.

Aunque es muy cierto que ciertas ropas indígenas se transformaron a raíz de la Conquista española, existieron otras que sólo fueron influenciadas por la moda europea, tal es el caso del traje de la china poblana, el cual adquirió ciertos rasgos de los trajes de la maja andaluza o la lagarterana españolas; lo mismo sucedió con el traje de charro, el cual fue fuertemente influencido por el traje del campesino de salamanca y por los trajes de los jinetes navajos y andaluces que vestían los conquistadores.

El traje de china poblana, de charro y el mismo rebozo que hoy conocemos, no son precisamente los que se utilizaron en ese entonces, el paso del tiempo y su propia evolución los han transformado, sin embargo son piezas que aún prevalecen en la indumentaria típica mexicana.
El traje de china poblana

La china poblana. Imágen
Foto: El traje de los indígenas
de México
, Ruth D. Lechuga.

El primer traje de china poblana se componía básicamente de una camisa de muselina blanca llevada con encajes, holanes y bordados con punto de cruz, una falda confeccionada en tres franjas de seda; la primera, de color gris adornada con espiguilla dorada; la segunda, con paliacates azules, cinta dorada y en las puntas flecos plateados; la tercera y última franja, con encaje plegado y puntas de la misma seda gris. La falda, por cierto muy amplia, podía ser modificada siempre y cuando fuera con el fin de darle mayor vistosidad y riqueza, agregándole así flecos, galones dorados, o bien, lentejuelas de oro y plata.

Las chinas llevaban pañoleta al cuello y rebozo terciado sobre el pecho con puntas hechas de macramé caídas a la espalda; arreglaban su cabello dividiéndolo en dos partes, formando con cada una de ellas una trenza, la que se enrrollaban a la cabeza simulando así una corona. Los tocados eran de papelillo, coral y oro y completaban su traje con unos zapatos de raso brillante.

"La China Poblana vestía camisa blanca escotada y mangas cortas, bordada de seda de colores; mascada de seda cubierto parte del cuello y espalda, collares de oro y de coral; grandes arracadas de plata u oro; la negra cabellera peinada con chongo o luciendo las largas y gruesas trenzas; falda roja bordada de lentejuelas, con raso verde o blanco en torno de las caderas; zapato bajo, de raso; con o sin medias en el pequeño pie".

El uso más relevante de este traje se le dió durante el siglo XIX cuando algunas castas, en especial las mestizas y mulatas, que se dedicaban a dar servicio en casas, como cocineras, sirvientas, tortilleras y vendedoras, vestían este elaborado traje.

Fiesta patria
Foto: George O. Jackson
para México desconocido

Las sirvientas, vendedoras y sobre todo cocineras de origen mestizo, son llamadas "chinas" en lengua quechua, por lo que se le atribuye a ésto, el origen del nombre "china" y "poblana" por ser de pueblo y no de Puebla.

El traje de china poblana, por ser una pieza lujosa y elaborada, fue utilizado durante un tiempo por las mujeres de la corte y la alta sociedad colonial, sin embargo no tuvo la suficiente duración dentro de este estrato ya que denotaba ser de una clase inferior y por lo mismo de no muy buena reputación.

Actualmente, el traje de china poblana, ha enriquecido sus bordados sobretodo en los corpiños, que dejaron de ser los inspirados en los trajes de las campesinas españolas, para ser ahora blusas bordadas con finas chaquiras de colores brillantes. La falda se cubre con lentejuelas de color oro y plata que hacen resaltar el bordado que lleva como motivo el águila del escudo nacional.

El traje de china poblana constituye una de las prendas más expresivas del mestizaje colonial, ya que conjuga las influencias de la maja andaluza o la lagarterana españolas, con los colores y la blusa de corte indígena y las chaquiras y lentejuelas que provenían del mundo oriental. El colorido y el emblema convirtieron al traje de china poblana en el traje nacional por excelencia.
El rebozo

Códice Mendocino. La novia lleva
puesto un manto y la amanteca
que la carga lleva otro alargado.
Foto: Rebozos de la colección
de Robert Everts, Museo Franz
Mayer/ Artes de México

Se le conoce como rebozo a una tela alargada y angosta, teñida con técnica de ikat (o de reserva), con anudados y flecos en cada extremo llamados rapacejos. Es utilizado para llevar bultos, tapar la cabeza, usarse como abrigo e incluso para cargar al hijo de la mujer que lo porta.

En realidad no se sabe con certeza el origen del rebozo ya que pudo haber sido una prenda hindú importada por el galeón de Manila, o ser un derivado de la mantilla española (que en forma y estructura son muy diversos) o bien, la evolución del ayate indígena incorporado a la influencia de materiales, colorido y forma españolas de la conquista.

El ayate, manto de ixtle compuesto por dos lienzos, utilizado para transportar cualquier tipo de mercancía y usado indistintamente por el hombre y la mujer de la época prehispánica; al igual que el mamatl, un lienzo rectangular en cuyos bordes se distinguían unas franjas hechas de diferente material y también utilizado para transportar mercancías; pudieron ser las prendas, que combinadas con la influencia colonial, antecedieron al que ahora conocemos como rebozo.

India frutera,
Eduardo Pingret.
Colección Banamex.
Foto: Rebozos de la
colección de Robert
Everts, Museo Franz
Mayer/ Artes de
México

De acuerdo con las investigaciones realizadas por Ruth D. Lechuga, con excepción del dominico Fray Diego Durán en 1572 ningún cronista del siglo XVI describe el rebozo en su forma actual, ni mencionan el nombre de esta prenda. Sin embargo, Tomas Gage, en 1625, al hablar del vestido utilizado por negras y mulatas dice: "...se encuentran otras en la calle, que en lugar de mantillas se sirven de una rica faja de seda, de la cual se echan parte al hombro izquierdo y parte sostienen con la mano derecha...", lo que hace suponer, que esta faja, probablemente era ya un rebozo en la forma que actualmente se le conoce.

Para el siglo XVIII esta prenda se encontraba ya en el uso común de las mujeres. El segundo Conde de Revillagigedo se refiere a ella como: «Lo llevan sin exceptuar ni aún las monjas, las señoras más principales y ricas, y hasta las más infelices y pobres del bajo pueblo. Usan de ella como mantilla, como manteleta, en el estrado, en el paseo, y aún en la casa; se la tercian, se la ponen en la cabeza, se embozan con ella y la atan y anudan alrededor del cuerpo...»

En esta época, la variedad de rebozos existentes era enorme, sin embargo, predominaba un rebozo rayado con dibujos de ikat y bordados, con un rapacejo corto que solamente llevaba unos picos anudados. Los rebozos de las clases bajas se reducían a ser de algodón, mientras que los de la alta, se combinaban con seda, listas de oro y plata y eran bordados con hilos de otros metales y colores, mismos que no satisfacían los gustos de las damas de la nobleza, que influenciadas por el barroquismo de la época, enriquecieron estas piezas con ricos bordados de paisajes y conmemoraciones de escenas costumbristas

Rebozos, nahua de hidalgo y
mestizos de Santa María del Río,
San Luis Potosí y de Michoacán.
Colección Serfín.
Foto: José Ignacio González
Manterola para Textiles indígenas,
Fundación Cultural Serfin.

Hacia fines del siglo XIX, el rebozo se había establecido como prenda indispensable y arte tradicional de México. Sin embargo actualmente, su uso ha disminuído entre las mujeres de las ciudades y por el contrario, se ha extendido entre muchos de los grupos indígenas.

El rebozo indígena regional y el rebozo clásico, son dos diferentes tipos de rebozo que aún en nuestros días se producen. Los primeros van listados de varios colores formando dibujos parecidos al arte plumaria, algunos llevan triángulos anudados en formas de animales y estrellas y están teñidos por tintes naturales que van sobre lana. Los rebozos clásicos difieren en el uso de materiales ya que están hechos de seda, articela y algodón pero sobre todo se diferencían por aplicar el ikat, una antigua técnica que emplea el tinte de reserva.

Los rebozos difieren en colorido, tamaño y material según la región y la época en la cual se hayan elaborado; algunas zonas del país trabajan con grandes coloridos, combinando técnicas y materiales, con largos y cortos rapacejos, aplicandose también (hasta los años 40's) bordados, lentejuelas y cuentas que hacen de esta prenda típica mexicana una artesanía.

Actualmente, los centros reboceros más conocidos en México son, Santa María del Río, famoso por sus rebozos de seda; San Luis Potosí; Tenancingo, especialista en el rebozo de algodón fino y Tejupilco, ambos en el Estado de México; Zamora y Tangancícuaro, en Michoacán; Moroleón, Guanajuato y Chilapa, Guerrero.
 

El traje de charro

Traje de Charro
Foto: El traje de los
indígenas de México
, Ruth
D. Lechuga.

Como ya se mencionó, el traje charro tiene sus orígenes más remotos en la época colonial, sin embargo logra su máxima importancia durante el siglo XIX, cuando el campesino indígena incorpora a su camisa y calzón de manta, los elementos más llamativos de las vestimentas de sus patrones, los españoles. Aunque por una parte se cree que fue sólo la evolución del traje del campesino de Salamanca (denominado charro), éste tiene rasgos muy marcados de la influencia de los jinetes navarros y andaluces de la época, tales como el uso del sombrero y las botas.

Los conquistadores trajeron a México los caballos y junto con ellos la afición por las competencias entre jinetes y las peleas de toros, estas tradiciones fueron heredadas por los criollos y mestizos que tras la independencia lograron tener sus propias tierras y un alto nivel social. Montar caballos hermosos con majestusos trajes, era la diversión de los terrateneintes bien acomodados de la época.

Los Charros,
símbolo de México
Foto: Jorge Avila
para México
Desconocido

En un principio, el traje charro se componía de una chaqueta muy corta, pantalones bastante amplios con tapabalazos; calzoneras de casimir (para los rancheros ricos) o de gruesa gamuza (para los caporales y mayordomos), con botones de plata en los costados y en el tapabalazos. En la parte inferior que dejaba al descubierto el calzón, se lucían bordados, deshilados y otras delicadas labores. Calzaban zapatos "de ala" o botas de gamuza también llamadas "botas de campana", las que se enrrollaban en la parte inferior de las piernas a manera de polainas sujetadas por medio de correas llamadas ataderos. Tanto las botas como los ataderos se adornaban con ricos bordados y cinceles elaborados por mujeres mexicanas.

El sombrero era de ala ancha, copa baja y toquilla gruesa. Anudaban a la cintura en forma de faja, una banda de seda de colores y portaban sobre un hombro un magnífico sarape.

Actualmente, se han perdido por completo las características de las prendas de aquella época debido al proceso evolutivo, a las necesidades peculiares del medio ambiente, pero sobre todo a las nuevas creaciones de tantos estilos diferentes que han dependido de la región, el clima y la topografía de donde se han creado.

La pelea de gallos.
Foto: Jorge Avila para México desconocido

En nuestra época los estilos regionales que más destacan son: el de la región fronteriza del norte, especialmente Chihuahua y Coahuila; el de Tamaulipas, Jalisco y el Altiplano, sobre todo, la capital del país. En la ciudad de México, se conserva el estilo considerado por la Federación Nacional de Charrería, el prototipo del traje charro. Este se clasifica en tres categorías: de faena, de media gala y de gala. Esta última se subdivide en traje de etiqueta o ceremonia, con el cual no se puede montar.

El traje de gala del charro, fue utilizado por primera vez por el archiduque Maximiliano de Habsburgo, quien portó con él, lujosos arreos, bordados en realce, adornos de oro y plata, acompañados de una chaqueta negra de paño inglés.
El sarape

Srape de algodón y lana
tejido en telar de pedales
durante la primera mitad
del siglo XIX. Saltillo,
Coahuila, México
Foto: Textiles 5,000
years
, Jennifer Harris.

El sarape es una prenda rectangular conformada por dos lienzos unidos por una costura; algunas veces se deja sin coser una porción central que sirve como abertura para pasar la cabeza. Esta prenda se teje, desde sus orígenes, en telar de pedales y generalmente se hace con urdimbre de algodón o lana. Los motivos tejidos como adornos son básicamente triángulos, rombos y óvalos agrupados formando medallones. Del sarape, considerado también como cobija por su gran tamaño, derivaron los jorongos y gabanes, los cuales son similares en su estructura, sin embargo, en cuestión de tamaño son mucho más pequeños que el sarape.

El sarape surgió en el transcurso del siglo XVII, y aunque su mayor florecimiento corresponda al siglo XVIII, debido a los famosos sarapes fabricados en Saltillo, logra prevalecer a lo largo del siglo XIX, para incorporarse al traje de charro como una prenda importante que lo atavía.

Durante la Colonia, el sarape constituyó una de las prendas básicas del hombre de campo, ya que además de servir como cobertor o cobija, se llevaba como adorno colgado de un hombro. Aunque no se sabe con certeza si esta prenda pudo haber derivado de la tilma mexicana o de la manta española, lo más probable es que haya surgido como una prenda que fusiona estas dos culturas.

Actualmente, los principales centros saraperos son: San Francisco Xonocatlán, Coatepec Harinas, Zinancatepec y Chicuncuac en el Estado de México; San Miguel Allende, Coroneo y San Luis Potosí de la Paz, en el estado de Guanajuato; Teotitlán del Valle en Oaxaca; Jocotepec, la región de los Altos y Tapalpa en el estado de Jalisco.




































































Siglo XIX

Anónimo del siglo
XIX. María de los
Dolores I. Rosa Loreto
Gómez de Cervantes
.
Colección Carmen
Pérez de Salazar.
Foto: Jorge Vértiz
para Artes de México,
No.25.

Durante la época de la Colonia, que abarcó un periodo de tres siglos (XVI, XVII y XVIII), México vivió una larga e imperturbable etapa de paz, que no se vió afectada sino hasta 1810 por el surgimiento de los movimientos independentistas que proclamaban una igualdad social y racial. Los cambios susitados en ese momento no sólo influyeron en los campos social, político, ideológico y económico de la época, sino que también influyeron en gran medida la moda.

Aunque para el siglo XIX las castas ya no existían, sí las clases sociales que éstas habían originado. Las telas provenientes de Francia e Inglaterra se seguían destinando para la fabricación del vestuario de la clase alta, la que no tardó en adoptar la moda "Imperio" influenciada por Napoleón Bonaparte.

La moda "Imperio" implicaba dejar atrás las pelucas y el cabello empolvado en los hombres y las crinolinas en las mujeres, que para entonces habían adoptado ya los vestidos de talle alto manufacturados con telas delgadas y vaporosas. Gasas de colores claros, vestidos que dejaban al descubierto los brazos y los grandes escotes que lucía la emperatríz Josefina, cónyuge de Bonaparte, fueron imitados por las mujeres bien acomodadas de esta época.

De morisca y español produce
albina
. Principios del siglo XIX.
Colección particular, México.
Foto: Las castas mexicanas un
género pictórico americano
,
Olivetti.

A principios de este siglo a los hombres y mujeres de clase alta preocupados por vestir a la moda o más bien esclavizados a ella, se les llamaban currutacas y petimetres. Don Luis Gonzáles de Obregón en su obra La vida de México en 1810, hace referencia a esta clase describiendo a las mujeres como desenvueltas, y a los hombres como afeminados y petardistas.

"...muchas petrimetras vestían honestamente basquiñas de tafetán, con guarniciones de terciopelo y blonda al canto, mantillas de sarga con guarnición del mismo terciopelo; basquiñas de largo fleco guarnecido de terciopelo y blondas, y mantillas de antolas, o blancas de anchos flecos, las había también que usaban bastiñas de red y mantillas transparentes...Aquí estaba lo pecaminoso".

"Los currutacos o petrimetres en 1810, corrían parejas con las supradichas madamas, por su calzado extravagante que a veces parecía lanceta y a veces barco veneciano; las medias detenidas con hebillas, a fin de no descubrir la falta de calzones; los pantalones, cortos o largos, les nacían en los sobacos; las camisas o camisolitas, muy almidonadas y encarrujadas: los chupines, colgados de dijes; y los casacones o fraques llegaban hasta el tobillo, muy abotonados al pecho, pero tan angostos por la parte de atrás".

Por otra parte, a la llegada del Virrey Francisco Xavier Vengas, en 1810, el cabello corto y las patillas se impusieron en la moda masculina, al mismo tiempo, se sustituyeron las casacas por sacos de tipo militar con cuello alto.

Aunque el calzón corto y las medias de seda se siguieron utilizando, los hombres de las clases bajas, por una célebre ordenanza del gobernador de Nueva Galicia, en 1811, se vieron obligados a dejar de utilizar el cotón (prenda básica -tipo blusa- en indio y mestindio de la colonia) ya que parecía una indumentaria insurgente.

El virrey de Iturrigaray y su familia
(1803-1808), Anónimo. Coleccion
Museo Nacional de Historia, Castillo
de Chapultepec, México.
Foto: Javier Hinijosa para Saber Ver,
No. Especial, Retrato de familia.

Entre la época independentista y la llegada del archiduque Maximiliano de Austria a México, la moda fue un poco más austera que en los siglos anteriores correspondientes a la Colonia. Tanto el uso de joyería fina como los vestidos grandemente ataviados, se vieron abandonados por un pequeño lapso de tiempo.

Sin embargo en 1864, con el arrivo de Maximiliano y su esposa Carlota, se renovó en México el espíritu del buen vestir influenciado por la moda Europea.

Los avances tecnológicos de la época lograron introducir a México tanto revistas como artículos de moda provenientes de Francia, los que fueron adquiridos prontamente por la alta sociedad mexicana, la que no esperó en buscar modistos y sastres aptos para reproducir y confeccionar los modelos que se mostraban en las páginas de estas revistas.

Tanto la caida del Segundo Imperio o Maximato en 1867 como la del Porfiriato en 1911, no influyeron de ningún modo a la moda en México. La élite del país siguió vistiendo al modo francés. Las telas de lana y seda provenientes de Francia, los linos importados de Alemania y los chales de crepé chinos vistieron durante el siglo XIX a la mayor parte de la clase alta mexicana.

En tanto a las clases bajas, las mujeres indígenas prolongaron el uso del rebozo y seguían manufacturando sus propias prendas como el huipil y el quechquémitl. Así mismo, los hombres siguieron utilizando la acostumbrada indumentaria (excluyéndose el cotón), y aunque la industria algodonera de este siglo estaba pasando por momentos difíciles, lograba satisfacer la necesidad de vestir tanto al indígena como a la plebe (léperos, mestizos, mulatos chinos y coyotes).

El calzón, la camisa de manta y el sombrero de petate vestían al indígena, al artesano y al comerciante. Algunos de los comerciantes, utilizaban el mecapal, una tira de tela que les ayudaba a sujetar la mercancía (ollas de barro, petates, velas de sebo, etc.) a la cabeza; de la misma forma los aguadores sostenían su cántaro de agua, sólo que ellos lo hacían con cintas de cuero que cruzaban de la cabeza hacia adelante.

 
Introduccion al textil de la época contemporanea

Soldado con mujer, 1913,
Agustín Víctor Casasola
Foto: Saber ver, No.
Especial, Retrato de familia.

Después de la Revolución de 1910, México hizo un nuevo intento por estabilizarse social, económica y políticamente, con el fin último de distribuir al país de un modo justo y de gozar finalmente la liberación de las influencias europeas que por tantos siglos dominaron estas tierras.

Los mestizos, quienes habían surgido durante los últimos tiempos como la clase dominante, fueron los primeros en lograr esta liberación y propusieron entonces, promover y apreciar todas las cosas referentes al México nativo. Tanto las costumbres, el arte, las artesanías, la comida, como los trajes de charro y los rebozos, fueron apreciados durante este periodo en su total magnitud.

Los años 20's y 30's son descritos como los años del Renacimiento mexicano, de hecho pintores como Diego Rivera y el Dr. Atl, plasman en sus obras el nuevo valor que se le dió, durante este tiempo, a la herencia indígena.

Diego Rivera, La campesina,
detalle de mural.
Foto: Saber ver, No.
Especial, Retrato de familia.

A partir de éste siglo, México ha sido poblado no sólo por las mezclas de españoles e indígenas que se gestaron durante la Colonia; gente proveniente de todas partes del mundo conforma al México moderno. Las mezclas de mexicanos con europeos, norteamericanos, árabes, israelitas, orientales, e incluso indios mayas provenientes del Caribe, entre otros, conforman más del 85 por ciento de la población de este país, y se considera que únicamente entre el 10 y el 12.5 por ciento, es indígena puro.

En el centro, el sur y el sureste de México se encuentra la mayor concentración de la población indígena, debido a que fueron las zonas que se encontraban en mayor desarrollo cultural antes de la conquista española, sin embargo, también existen muchos otros grupos distribuidos a lo largo y ancho del país. Todos ellos forman un total aproximado de 56 etnias con 56 lenguas diversas.

Los indios, llamados comúnmente grupos indígenas, son la persistencia de la civilización Mesoamericana, tanto su modo de vida como su organización social, provienen de las sociedades prehispánicas y aunque con el paso del tiempo han adoptado elementos culturales ajenos, también han tratado de transmitir de generación en generación un apego a sus raíces.

Familia campesina, 1915, Agustín
Víctor Casasola
Foto: Saber ver, No. Especial, Retrato
de familia

Un grupo indígena se distingue de otro por la ubicación geográfica, la lengua, los bienes materiales, los recursos naturtales, los recintos sagrados, los instrumentos de trabajo, ciertas costumbres particulares como festividades y por supuesto la indumentaria. Sin embargo, esta serie de rasgos culturales externos no son únicamente lo que define al indígena; lo que lo hace ser indígena, es su pertenencia a una colectividad organizada con una herencia cultural propia que ha sido forjada históricamente por generaciones sucesivas.

La indumentaria indígena actual, como rasgo cultural externo ocupa un lugar imprescindible en la diferenciación de cada etnia, ya que aunque las prendas que usan son escencialmente las mismas, todas ellas están elaboradas de maneras tan distintas que es posible reconocer el grupo indígena al que pertenece una persona sólo por el atuendo que porta.

En el afán de conservar la tradición textil, tan importante para las sociedades prehispánicas, los indígenas de todas las etnias han logrado transportar hasta nuestros días técnicas textiles y prendas precolombinas como el huipil, el quechquémitl, las tilmas y las sandalias, que aunque han sido transformadas a través de los siglos, aún persisten y conservan su forma.